AL PASO DEL NARRADOR POETA: ENTREVISTA A GIUSEPPE CAPUTO
Por: William Castro Atencia.
Son pocos los escritores colombianos que realmente han logrado incursionar e impactar en el marco histórico de la literatura colombiana del siglo XXl. Grosso modo, la mayoría de ellos (como Santiago Gamboa, Laura Restrepo, Héctor Abad y Pablo Montoya) se han dado a conocer gracias al género novelístico, cuya importancia en nuestro actual contexto colombiano reside, entre otras cosas, en el hecho poder narrar la violencia: Aspecto que desde diferentes perspectivas se ha demostrado que constituye un factor determinante del diario vivir humano en el presente siglo. Se trata también de una literatura rica en conocimientos universales, que a pesar de no tener siempre a Colombia como epicentro o lugar donde principalmente se desarrollen sus historias (e incluso tampoco una temporalidad específica) sí suelen conservar, generalmente, algún aspecto sociocultural o característico de la tierra natal de quien escribe.
En este orden de ideas, Giuseppe Caputo (Barranquilla, 1982) es un escritor que se destaca por el dominio que posee sobre la narración de sucesos violentos hacia comunidades «otras» o marginales, a las cuales logra proporcionarles una voz de aliento por medio de un segundo dominio literario, cuyo tratamiento exige, a menudo, mayor complejidad y tino al momento de ser llevado al papel: La poesía, género que Caputo inicia cultivando en sus textos Jardín de carne, El hombre jaula y Los nacimientos de Jesús, hasta más tarde, en el año 2016, publicar la que sería de momento su obra más impactante: Un mundo huérfano (Ed. Random House, 2016), novela donde conjuga ambos aspectos, la narrativa y la poesía, en una única instancia propicia para el desarrollo de una historia que por su elocuencia y precisión en la descripción de las imágenes tan explícitas que propone, resulta ser en últimas genéricamente inclasificable.
Caputo, quien posee una especialización en estudios queer y de géneros con la Universidad de Iowa, Estados Unidos, al igual que estudios de maestría en escritura creativa con la Universidad de New York, posterior al abandono de su trabajo como jefe de prensa de la editorial Alfaguara y de gestor cultural en Colombia, se ha hecho llamar así mismo en diferentes entrevistas “más un lector que un escritor colombiano”.
Para este caso, se ha hecho énfasis en la breve visita que el autor ha realizado el día lunes 30 de septiembre a la ciudad de Barranquilla después de irse a vivir hace tiempo a la capital, con el expreso motivo de atender la invitación que le ha extendido el Taller de escritura literaria «Caminantes creativos», dirigido por la docente Adriana Rosas del programa de Filosofía y humanidades de la prestigiosa Universidad del Norte, en donde gracias a la intervención de dicha alma mater en equipo con la red nacional de escritura creativa RELATA, ha logrado llevar su taller de escritura «Narradores y poetas».
¿Cómo fue tu experiencia en la Universidad del Norte trabajando con la profesora Adriana Rosas y su Taller Caminantes Creativos?
«La experiencia fue buenísima, ha sido un grupo muy talentoso con el que he trabajado. El enfoque del taller fue pensar, por un lado, en narradores poetas, ya que para mí no existen diferencias entre los géneros literarios o no debe haber una división como tan indisoluble entre estos, y me parece que los narradores debemos ser poetas, pensando sobre todo en la idea de que no hay sinónimos, ni que uno deba hacer el mayor esfuerzo para acercar las palabras a las cosas, sobre todo al momento de preservar una música dentro de la prosa.
Por otro lado hicimos unas lecturas de autoras y autores que han tenido unas aproximaciones no convencionales a la literatura, como por ejemplo de Severo Sarduy y su texto Cirugía de la piel, en donde él habla de la historia de su vida a partir de fragmentos de su cuerpo».
¿Qué géneros se trabajaron durante el mismo? Considerando que entre tu producción literaria cuentas con una variada gama de poesía y novela.
«Precisamente fueron los géneros de narrativa y poesía, sumando también un ensayo de Úrsula Le Guin. Vimos un texto narrativo a partir de la enumeración que se llama Autorretrato de Edouard Lève, y después leímos un libro que se llama Definiciones Mayas de Mercedes Roffé, en donde ella crea unas definiciones propias para ciertas palabras como «a veces», «también» y «entonces».
Entre tus materias fuertes como el periodismo, los estudios de género, la literatura queer entre otros, ¿Cuál fue el tema sobre el que más se enfocaron durante el taller a la hora de abordar tales géneros?
«Nos enfocamos en un poco de cada cosa. En el periodismo no tanto, pero básicamente mi interés ha sido pensar de qué manera la experiencia autobiografía moldea no sólo lo que escribimos, sino la forma como escribimos. Entonces leímos un texto de Úrsula K. Le Guin que se llama Presentación (que en otras traducciones se llama Me Presento), en donde ella básicamente se constituye como una mujer mayor que no puede identificarse con la forma como escriben algunos hombres, no quería ser una mujer de segunda categoría, sino que se construye como una mujer mayor. Entonces miramos cómo esa experiencia como mujer mayor moldea no sólo sus temas, intereses y obsesiones, sino la forma misma de la escritura, de su propia gramática».
¿Cómo se mostraron los jóvenes estudiantes frente a tus obras (sobre todo quienes no te conocieran o no te hubieran leído con anterioridad) y qué resultados se obtuvieron finalizado el taller?
Creo que es una pregunta más para los jóvenes, pero me parece que varios la leyeron. También porque como fue un taller de tres obras obviamente no hay mucho que se pueda hacer. En los instantes en que los estudiantes discuten los textos, los escriben y los comentan se va el tiempo. Pero de los ejercicios que más me interesaron del taller, fueron aquellos en donde ellos pensaran en unas situaciones, emociones y experiencias que no han sido nombradas. Por ejemplo, hay palabra para una persona que ha perdido a sus padres, que es huérfano; hay palabra para una persona que pierde a su pareja, que es viudo o viuda… pero no hay palabra para una persona que ha perdido a su gran amigo, o para un padre que ha perdido a su hijo. Entonces en eso consistía el ejercicio, en pensar en aquello que dentro de la literatura todavía carece de nombre.
Profundizando un poco en tu labor literaria, ¿En que has venido trabajando y que presencia ha seguido teniendo Barranquilla dentro de tu escritura?
Vengo trabajando en una nueva novela, en la que Barranquilla siempre ha estado presente, porque ya es parte constitutiva de mí. Sostengo una relación llena de tensiones con la ciudad. Me maravilla un tipo de humor en la gente y los pactos, por ejemplo, en las conversaciones donde se hace uso de la hipérbole o un tipo exageración propia del día a día, que me gusta porque en lugar de distorsiones me parece que son como microscopios o lupas para ver de cerca algo.
También me gusta mucho el humor como tan extravagante, dicharachero y autogestado del barranquillero. En cambio me mortifica mucho la desigualdad de la ciudad, es algo en lo que pienso y que me preocupa como me preocupa la segregación social tan radical, y a veces como la actitud vigilante que sale de la propia gente hacia las mismas personas quienes les rodean, y de las que observan cómo se visten, si se pusieron lo mismo que el otro día, etcétera. Eso es algo que siempre me deja un poco desconcertado.
¿Es más fuerte la influencia que ejerce sobre tu escritura el hecho de vivir en Bogotá (y el haber vivido durante cierto tiempo en el extranjero), o mayor la que se genera cuando recuerdas tu pasado en Barranquilla cada vez que vuelves por acá?
Bogotá es una ciudad que yo adoro. Ya llevo 20 años acá, es una ciudad que me acogió y que considero mi casa. Barranquilla es la ciudad de la que me fui, Bogotá es la ciudad a la que llegué, pero eso no significa que no vuelva a Barranquilla, pues yo vuelvo permanentemente a Barranquilla y como te decía sostengo una relación llena de tensiones y de contradicciones, y de cosas que no he terminado de resolver, o más bien de unos dolores que todavía no he terminado de sanar. Esa es mi relación con Barranquilla. En cambio, sobre mi relación con Bogotá, quisiera responderte que la novela que escribí (Un mundo huérfano) y la novela que estoy escribiendo, ocurren en unas ciudades imaginadas o que se inspiran por supuesto en Barranquilla, pero que también son híbridas, ya que tienen un poco de las ciudades en las que he vivido. En esta ciudad de la novela que estoy escribiendo, por ejemplo, tiene mucho de Barranquilla, pero tiene también montañas, y digamos que en ese sentido se cuela Bogotá. Entonces yo creo que las ciudades de mis obras son imaginadas porque tienen mucho de varias ciudades que quiero y que son parte de mí.
¿Qué opinas acerca de quienes tildan tus obras como «inclasificables»? Encontrando en novelas como Un mundo huérfano una mezcolanza de violencia de género, pero a la vez y antes de violencia y realismo social, el fantástico, entre otros.
Me encanta ese adjetivo, porque clasificar no es entender. Entonces me gusta que se entienda mi obra, al igual que me gustan las obras que se resisten a la clasificación.
¿Reconoces alguna presencia dentro de tu literatura de autores pertenecientes a tu generación o anteriores a ella? Cómo Rita Indiana, Jaime Manrique, Mario Bellatín, Senel Paz, etc.
Me gusta mucho el trabajo de Mario bellatín, específicamente Salón de belleza, como me gusta mucho el trabajo a Jaime Manrique, especialmente El cadáver de papá y Maricones eminentes. Rita Indiana la leído, pero claro, la leí después de haber escrito la novela, por lo que entonces no la reconocería como una influencia, pero sí como una autora que admiro y leo.
¿Qué te ha llevado a narrar y reproducir en tu literatura estas imágenes explícitas sobre la pobreza, miseria y decadencia que a menudo acompaña la violencia en el mundo?
Más que reproducir siento que hay como una reinvención de la pobreza. Mejor dicho, mis novelas más que tratar sobre la pobreza, tratan sobre la recursividad ante la pobreza, y sobre la obsesión por poblar un despojo, y lo que me interesan son personajes que no tienen haberes materiales, pero que sin embargo no abandonan sus vidas, y personas, digamos, que se resisten desde la imaginación, y que reinventan el mundo y piensan otros mundos posibles al tiempo que pedalean para para vivir y salir adelante.
Con respecto a la violencia en el mundo, pienso que al escribir en un mundo uno inevitablemente termina describiendo la violencia, porqué la violencia es eso, una realidad inminente, una realidad constante o que bien puede todo el tiempo ocurrir. Entonces eso es para mí pensar los problemas éticos y estéticos de la reelaboración artística de la violencia, y en cambio no se trata de hacer una reiteración del mundo, de repensarlo, sino de hacer una reinvención.
Más que escribir sobre la violencia, en mi novela trato de escribir sobre el cuidado y la ternura de una serie de personajes que, ante el hecho violento, tratan de cuidarse y protegerse de forma colectiva, pues ese cuidado es ante todo político. Más que sobre la pobreza, mis novelas hablan acerca de cómo se puebla el despojo, y de cómo puede un personaje que no tiene nada vestirse socialmente y darse a sí mismo un estatus artístico.